¿Qué hay de mágico en el copito de nieve?
¿Será su simpática forma de cono de colores?
¿Será su aspecto que recuerda la nieve?
Ni siquiera Ómar Díaz Bañol, el cartagueño que trajo a Medellín el primer carrito de la golosina, sabe responder estas preguntas.
Donaldo Zuluaga Díaz Bañol comenzó a vender copito de nieve en Cali. También trabajó en Pereira y Cartago, antes de venir a Medellín, comenzando los años setenta, cuando en esta ciudad no había máquinas pica hieleras ambulantes. Se establecía primero frente a Policlínica.
Él lleva más de 40 años viviendo de la sed de los demás. De hacerle barra al Sol, cada día, para que sus rayos no se dejen derrotar por las nubes y, sobre todo, por el frío. Porque es el dueño del frío, tiene la nieve en sus manos o, mejor, en su cucurucho blanco.
Cuando conoció las máquinas de "raspado", diseñó el azadón, que sin duda estaba marcado en su destino desde muchos años antes de que naciera: sus mayores, terminando por su papá, fueron agricultores.
Era 1964. Tenía 21 años al momento de aparecer en su senda Roberto Díaz, un ecuatoriano que tenía las únicas máquinas pica hieleras de fabricación china en las zonas calientes del Valle del Cauca.Y se enroló a trabajar con él. Empujó un carrito, recorriendo la Sultana.Un día tuvo que ir al taller de mecánica para que le arreglaran una rueda.Allá, los mecánicos tenían una máquina igual. Se la ofrecieron, la compró y mandó hacer el carrito para empotrarla. No lo pensó: de una vez renunció a trabajar con el ecuatoriano.-¿Y dónde conseguiste una máquina igual, sabiendo que son tan escasas? -fue lo que intrigó al patrón, más que la renuncia misma.
Y quien había sido trabajador durante unos dos años, se convirtió en competencia de aquel pionero."Me iba tan bien en ese tiempo, que un día un tipo vendedor de helados, en un parque de Cali, me sacó machete: '¡te vas de aquí ya mismo!' Los demás vendedores le decían: '¡dejalo que venda, no seas envidioso!' Y terminó por irse de allí".En breve se hizo a otras dos máquinas rodantes y se las mandó a su papá, todavía residente en Cartago, para que trabajara empujando el carro del frío, "porque usted sabe, la vida del campo es muy dura..."Su papá, Nicolás Bañol, un riosuceño que no tardó en salir de su tierra natal para trasladarse al pueblo del norte de Valle a trabajar en un sembrado de caña de azúcar, le recibió de buena gana los carritos.
Los invito a que consulten: http://www.ecbloguer.com/salderrio/?p=342
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